La influencia de los familiares en la terapia psicológica

Problemas entre la pareja y la familia

Carmen Ballesteros

07/09/2022

Aunque pueda resultar sorprendente para algunos lectores, existen familiares de pacientes y personas muy cercanas a ellos como parejas o amigos, que suponen un obstáculo para el buen desarrollo del proceso del terapéutico en adultos.

Me parece importante aclarar que este porcentaje de familiares, llamémosle entrometidos, no llega al 3% de todas las personas que he atendido en mi trayectoria profesional. Pero me ha parecido importante compartir mis reflexiones sobre ellos, ya que en la mayoría de ocasiones consiguen el objetivo de obstaculizar el proceso terapéutico y logran que el paciente abandone la psicoterapia. 

Influencias indirectas

A lo largo de mis años de experiencia profesional me he topado con injerencias indirectas de todo tipo. Las llamo indirectas porque son acciones que no interfieren en la práctica del desarrollo de la psicoterapia y son inofensivas si se las sabe desactivar.

Una de las más comunes es la de infravalorar al psicólogo o la disciplina en sí misma. Suele suceder que este tipo de familiares aparenten que se preocupan por lo que la persona trabaja en terapia y cuando ésta les cuenta algo aprovechan para criticar lo que los pacientes le cuentan qué hacen en sesión o bien sacan de contexto las indicaciones dadas para ridiculizarlas, banalizarlas o ponerlas en cuestionamiento. También se suele poner en duda la profesionalidad del mismo, en el sentido de ostentar poca cualificación para el trabajo, criticando que el profesional sea demasiado joven o viejo, les atribuyen intereses exclusivamente económicos para tomar decisiones terapéuticas, como es la de afirmar que al profesional le interesa alargar el tratamiento con fines espurios.

Otra frecuente injerencia indirecta es el insinuar lo poco científica que es la psicología al afirmar que se puede creer o no en ella. También pueden recomendar a la persona prácticas de efecto placebo, en el mejor de los casos, como es que hable con el mismo o que echándose una siesta logrará el mismo efecto de relajación u otras recomendaciones nocivas como es que la persona se vaya de fiesta o ingiera alcohol.  

Influencias directas

Hay otro tipo de injerencias en las que ya sí la conducta del familiar produce un efecto negativo en el correcto desarrollo de la psicoterapia y suelen ser dirigidas o bien al profesional o bien directamente al paciente, e incluso a ambos a la vez en los familiares que están más desbordados. Es importante aclarar aquí que el familiar no tiene la intención consciente de boicotear el proceso terapéutico del paciente, sino que está preso de un acting, donde no puede reflexionar sobre sus actos, se cree a pies juntillas la veracidad los motivos que argumenta y se cree en el derecho de hacer las acciones que realiza. 

Como ejemplo de ello cito los casos donde el familiar sin darse cuenta compromete al paciente en otras responsabilidades que casualmente coinciden con la cita acordada. Por ejemplo, pueden hacer coincidir justamente el día de la cita con otras actividades o compromisos que son evidentemente menos prioritarios que acudir a una cita de salud mental. Al respecto pueden desde solicitarles una cita a la peluquería como el apuntarles a una academia de francés en un horario incompatible. También es común que les hagan faltar poniéndose ellos mismos enfermos o solicitando asistencia para una urgencia personal, del estilo recibir un paquete de Amazon en casa, que también casualmente sucede en el momento en el que estaba acordada la cita.

El dinero suele ser otro de los modos de interferencia en terapia, aunque paradógicamente en muchas ocasiones se ofrecen a financiar la terapia por voluntad propia.  Al respecto he observado que es el familiar y no el paciente el que decide aumentar o disminuir (las más de las veces) la frecuencia de las sesiones e incluso poner fin a la intervención, desoyendo las indicaciones del profesional y del propio paciente; argumentando la falta de dinero en la familia, pero que coincide con la compra de un bien ostentoso o del disfrute de unas vacaciones y sin la consulta previa al profesional.

También es común que únicamente acepten apoyar al paciente a ir a un psicólogo si este acude a uno determinado. Normalmente tiene que ver con motivos personales de diversa índole y que no tienen por qué ser negativos, pero que aleja al paciente de ejercer su libertad de ser el mismo el que elija su propio psicólogo de acuerdo a sus preferencias personales.

En otros casos es el psicoterapeuta el que recibe esa injerencia en su trabajo. Ya bien sea porque recibe llamadas para solicitar información sobre el paciente sin el permiso del mismo, o bien porque este desea tener un protagonismo en el tratamiento por encima del indicado por el profesional, como la necesidad de realizar alguna sesión en conjunto con el paciente pero que el propio paciente no desea o le incomoda y que el propio profesional desaconseja. Puede suceder también que el familiar aproveche otros contactos casuales como el encontrarse con el profesional al llevar o traer al paciente para obtener información, hacerse el mismo protagonista del proceso terapéutico con el fin de obtener ayuda psicológica para su problemática o que dramatice la preocupación que tiene por el paciente e intente depositar en el profesional angustia y/o culpa por negarle cierta información confidencial o participación. 

Los motivos que los llevan a realizar ese papel

En la mayoría de ocasiones he observado que los familiares se ven inmersos en una actitud francamente ambivalente con la terapia del paciente, su familiar. Por un lado, le animan a acudir al psicólogo, le aprueban directamente la iniciativa e incluso pueden llegar a financiarlo. Pero, por otro lado, muestran toda la serie de conductas descritas anteriormente mostrando su oposición directa o indirectamente. Esta actitud ambivalente que domina el nivel consciente del familiar, aparece en la mayoría de los casos porque son familiares que ejercen control fuerte sobre el paciente, ya sea por la jerarquía que ocupan en la familia, por cuestiones afectivas o económicas y el hecho de que su familiar acuda a un psicólogo les hace sentir que pierden el control en la interacción sintiendo angustia, por lo que a pesar de estar de acuerdo con la decisión en ocasiones se muestran reacios a que acudan a psicoterapia, en los distintos grados que ya se han descrito. 

A nivel inconsciente, estos familiares se sienten responsables de lo que le sucede a al paciente, sienten que tienen la culpa de lo que pasa, sienten que le han dañado, lo que no significa en realidad que así sea. Por lo que en lo más profundo de sí se les activa una fuerte angustia, de tinte depresivo, temiendo que el psicólogo al saber las intimidades de la familia pueda pensar que son malos padres/madres/hermanos/parejas… y que les separe de su querido familiar y por ello activan defensas maníacas inconscientes contra el terapeuta antes descritas. 

Por último, habría que anotar que todos estos procesos descritos debieran ser inconscientes en el familiar que obstruye la terapia. De ser conscientes y el familiar esté realizando deliberadamente toda una conspiración para alejar al paciente del proceso terapéutico, se puede afirmar que es muy probable que la estructura de la personalidad de este familiar no sea de corte neurótico, sino más bien perversa o psicopática (la terminología depende de la corriente teórica) y lo dicho en este artículo debiera tener una serie de puntualizaciones que no son objetivo de este espacio.

Recomendaciones para pacientes y psicólogos

Si estás detectando esta situación háblalo con tu psicólogo, analizad el caso conjuntamente para determinar el tipo de injerencia y la posible estructura de personalidad del familiar para establecer una estrategia conjunta para desactivar la interferencia que el familiar está haciendo en tu proceso terapéutico.

Si eres un profesional y el paciente no lo ha detectado, analiza tu contratransferencia en supervisión con otro profesional con mayor experiencia que tú y trabaja este tema en terapia con tu propio paciente para que él mismo pueda desactivar esta injerencia y le sirva además como un logro terapéutico.

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